Hay un fenómeno dentro de la clase política peruana tan devastador, metafóricamente, como El Niño costero, que tiene al país en emergencia: la desaprobación ciudadana.

Factores como la inacción, la desidia, los errores, la falta de liderazgo, la crítica artera, la promesa incumplida y el lenguaje banal son directamente proporcionales al desborde, la inundación, el huaico, los deslizamientos, las lluvias y la desgracia.

Y cuando llueve, todos se mojan, porque la mayoría de autoridades de puestos clave están en alerta roja, empezando por el presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski (58%, según Ipsos). Esto es muy peligroso, porque quiere decir que la ilusión del pueblo ha sido arrasada y enterrada, como Evangelina Chamorro en Punta Hermosa.

La jefa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori (52%), y su alfil en el Congreso, Luz Salgado (43%), tendrían finalmente que comprender que tirar barro y lanzar piedras a las propuestas del Ejecutivo no es un buen negocio de cara al 2021. Las cifras son contundentes.

En términos políticos, prevención implica cuidar los votos. ¿Cómo? Ensuciándose los zapatos, yendo al epicentro de la catástrofe, figureteando, llamando a todos los medios de comunicación; es decir, hacer lo que Alberto Fujimori en su tiempo: ponerse botas, caminar por el fango y levantar su manita. Inducción pura.

Cómo puede ser posible que un ministro acuda a la zona del desastre con una camisa blanca impecable, como si fuese a un tono. Estamos en una guerra sin cuartel contra el ensañamiento de la naturaleza y los códigos gráficos también cuentan. ¡Fuerza, Perú!