En la semana que pasó, se cumplieron 30 años del cobarde asesinato del general EP Enrique López Albújar Trint, quien fuera el primer ministro de Defensa que tuvo el país. Fue emboscado por una gavilla de asesinos de la banda terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) mientras ya retirado, estacionaba su vehículo en la zona comercial de San Isidro, cerca de donde hoy se ubican Saga y Ripley. Era media mañana y las calles estaban llenas de gente.

Este valioso militar que fue espada de honor de su promoción y tuvo una carrera brillante en años muy turbulentos para el Perú, fue asesinado por órdenes del sanguinario Víctor Polay Campos –preso de por vida en la Base Naval del Callao–, con la participación del impresentable de Peter Cárdenas Schulte, quien ya goza de libertad tras escasos 25 años de encierro, y se ha vuelto en un entusiasta promotor de grupos de izquierda a través de las redes sociales.

Los del MRTA pusieron en la mira al general debido a que bajo su gestión como ministro, en abril de 1989, el Ejército elimnó a un contingente de emerretistas en Los Molinos, Junín, cuando se aprestaba a tomar la ciudad de Concepción. Otros dicen que el objetivo era Tarma. Los delincuentes iban en un camión y todos fueron acribillados. Murieron 58 terroristas, cinco civiles y cinco militares. Fue un durísimo golpe a la banda armada, cuyos cabecillas buscaron venganza.

Eran tiempos en que estos asesinos hacían lo que les daba la gana en nuestro país. Recordemos que unos meses después de la muerte de primer ministro de Defensa de nuestra historia, los presos del MRTA que se encontraban en el penal Miguel Castro Castro, entre ellos el propio Polay Campos, que había sido capturado en Huancayo por el Ejército, se escaparon por un túnel en las semanas finales del catastrófico primer gobierno de Alan García.

Hechos tan sangrientos y dolorosos como los que vivió el Perú por el accionar de bandas terroristas, nunca deben ser olvidados para así no repetir la historia ni permitir que algunos de los que estuvieron del lado del terror, hoy vuelvan a levantar cabeza bajo pieles de cordero. A gente que se llevó de encuentro a 30 mil peruanos a punta de bala y dinamita, y que generó heridas que nunca podrán cerrarse del todo, no se les puede dar jamás el menor espacio.

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