Al cierre de esta columna, el presidente Pedro Castillo había participado en la ceremonia que declara patrimonio cultural de la Nación a la Chonguinada de Junín y a la Chunguinada de Cerro de Pasco. Horas antes, había encabezado el reconocimiento a la gestión de más de 550 alcaldes de municipalidades. En la víspera, el mensaje del Gobierno era alentar el impulso de la castración química a partir de algunos graves y condenables casos de violación sexual a menores. La semana previa, tras una reunión con representantes de la Iglesia y el Acuerdo Nacional, salió la versión de que Castillo busca un giro radical en su Gabinete y que, palabras más, palabras menos, significaría el alejamiento de Perú Libre, Vladimir Cerrón y los radicales que lo han acompañado a lo largo de estos casi 9 meses de gestión. ¿A qué vamos? A que el régimen de Castillo se ha especializado en el distractivo, en la mecida, en el péndulo como elemento de acción. Un Gobierno que se desploma en inversiones mineras, que pierde calificación internacional, que galopa con la inflación y el déficit fiscal, que ahuyenta con sus mensajes a cualquier interesado en colocar en el país sus capitales se solaza enviando a Aníbal Torres a hablar de Adolfo Hitler, celebra que el cardenal Pedro Barreto sea el nuevo vocero palaciego y se enorgullece de presentar un proyecto que no tendrá el más mínimo efecto contra la depravación inmunda de los desadaptados sociales. No caigamos en la trampa de esta red de rufianes que lo único que busca es perpetuarse en el poder para evitar el destino de la cárcel que es el único que le pertenece. Tampoco olvidemos Sarratea, el Puente Tarata III, los sobrinos prófugos y a Bruno Pacheco escondido como una rata en su escondrijo para evitar hablar lo que tiene que hablar y decir lo que tiene que decir. Entre Chonguinadas y Chunguinadas, tengamos presente siempre que con Castillo al frente, cada día es uno más de devastación, de podredumbre y de desprecio a la dignidad de un país.