Del mismo modo en que hemos cuestionado cualquier intento de acercar al país a sistemas totalitarios izquierdistas, con fórmulas como la chavista, cuyo fracaso es evidente y cuyo irrespeto por las libertades y la democracia son igual de notorias, también debemos condenar los rasgos de intolerancia y de antidemocracia propios de Bolsonaro o de Trump. Porque aquí de lo que se trata es de principios, y de defensa de los avances no solo en materia económica sino también social.

Durante las últimas campañas electorales, en los medios nacionales una pregunta solía ser recurrente cuando se estaba ante un candidato o candidata de filiación izquierdista o filo izquierdista: ¿Qué opina del régimen de Nicolás Maduro? Pues bien, esta vez también es preciso hacerle la pregunta a cualquier candidato de derecha conservadora: ¿Qué opina de Jair Bolsonaro, de Donald Trump?

Es cierto: los análisis de los estudios sobre las preferencias electorales sugieren que la gente está buscando opciones radicales, tanto para un lado como para el otro lado del espectro político. Sin embargo, la opción centrista, digamos la más moderada, se supone debe estar por ahora entre los indecisos. Cuesta trabajo pensar que un votante de opciones radicales oscile hoy entre la indecisión. Entonces no se puede asegurar por ahora que los peruanos quieren ir optar por los radicalismos. Lo que pasa es que el centro aún está tibio.

Y por ello debemos ser claros: no podemos caer en retrocesos de toda índole ni en escenarios de odios e intolerancias entre peruanos. Si algo se necesita en estos tiempos es cierto consenso, diálogo, intentos de tender puentes. Los radicalismos de ambos lados ponen en peligro eso. Pero, aún más, ponen en peligro la democracia y los derechos ya ganados.