En casi 100 días de gestión, la administración del presidente Pedro Castillo está dedicada a tratar de acallar las críticas y apagar incendios que ella misma genera, en lugar de alcanzar la estabilidad a fin de comenzar a hacer gestión sin los sobresaltos que vemos a diario. Todo es ruido político y nada de trabajo para revertir la situación en medio de una dura crisis agravada por la pandemia.

El más grave problema de este gobierno es su imposibilidad de armar un gabinete al menos aceptable que permita trabajar sin mayor ruido. Hasta hace poco tuvimos como premier a Guido Bellido y a un ministro cercano al terrorismo como Íber Maraví. Hoy los principales lastres son los titulares de Interior, Luis Barranzuela; y su colega de Educación, Carlos Gallardo.

En ninguna de estas designaciones problemáticas ha tenido que ver la oposición. Ha sido un disparo a los pies efectuado por el propio mandatario y la presión de sus aliados a la que se deja someter, sin tener en cuenta los riesgos que eso implica para la viabilidad del país y la solución de sus problemas.

A un gobierno se entra a hacer gestión, no a aplicar una agenda partidaria trasnochada que está poniendo en riesgo el bienestar de millones de ciudadanos.