Para poder diferenciar entre emergencias y daños no atendidos, y así evitar una mala interpretación de la comunidad en general, es necesario aceptar los errores de antes, incluyendo los pasivos que nos hicieron daño en la estación de lluvias pasada.

La respuesta acertada para hacer frente a eventuales problemas, estaría en realizar una línea base en la cual informemos el estado de los reservorios, carreteras, aeródromos, puertos, campos agrícolas, quebradas, el comportamiento de los ríos, el catastro urbano, el catastro agrícola, y saber cómo estamos para así empezar a tomar acciones antes de las lluvias de estación (que suena hasta romántico) vs el Niño Global (que suena que ni los Transformers podrán salvarnos). Al final es lo mismo, siempre y cuando podamos advertirlos.

Con esto podríamos proteger lo que ya está dañado sin alarmar y disminuir los estados de emergencia, permitiendo a las otras actividades económicas acomodarse y tomar sus decisiones para no retraerse e invertir o desarrollar.

Debemos estar preparados para las lluvias estacionales. Los finlandeses viven con el frío y se preparan para ello. Cuando llega algo extraño lo enfrentan. Los estadounidenses se enfrentan a los temporales y cuando llegan los huracanes ya están preparados. En la India, acostumbrados a los monzones, cuando estos se incrementan, su espacio de atención para emergencias se reduce. Los ecuatorianos viven en continuas precipitaciones y cuando son afectados por lluvias de mayor intensidad, se preparan para esas emergencias focalizadas, todo porque saben que les afecta en su estacionalidad a escalas de quebradas y cuencas.

Nuestro país es multiclimático y hermoso. Entonces, parte de la solución está en conocernos técnicamente desde los niveles nacional, regional y local. Somos capaces de hacerlo sincerando nuestro clima, pero no aparezcamos solo en emergencias. Lo que no podemos medir, no podemos mejorar.

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