Los sucesivos gobiernos al de Alberto Fujimori e incluso este cometieron un grave error que ha traído ahora lamentables consecuencias: El no haber implementado una política educativa que informe a las nuevas generaciones sobre el atroz papel cometido desde el ataque en Chuschi en 1980 por el felizmente muerto genocida Abimael Guzmán y Sendero Luminoso, así como por el MRTA.
Una política educativa con horas lectivas, con cursos específicos y con exámenes que deberían haber permitido ratificar que un alumno tenía un cabal conocimiento de la megalomanía detrás de esta barbarie, su concepción irracional y su monstruosa indolencia para con ciudadanos de todas las zonas del país y de todos los estratos sociales.
Cursos que debieron enseñar que ninguna pobreza o ausencia del Estado -como lo dijo el corrupto Vladimir Cerrón- justificaban los coches bomba, la voladura de torres, la voladura de seres humanos o los genocidios más nauseabundos como el de Lucanamarca o atentados como el de Tarata. Allí, en todos los colegios del país, los profesores debieron explicar por qué no se trató de un “conflicto armado interno” (grave error de la CVR) lo que acaeció en esos tiempos turbulentos, sino la guerra feroz desatada por un grupo de forajidos contra el Estado peruano y que el papel de la Policía Nacional y de las FF.AA. -salvo algunos injustificables excesos- fue heroico y ejemplar.
Tal vez si ello hubiese ocurrido, es decir, si los alumnos que en las aulas hubiesen sido informados a cabalidad de lo que fue la insania terrorista, no se hubiese votado por Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, Guillermo Bermejo y más de un integrante del Movadef en el Congreso porque ninguna propuesta política, por más cuestionamientos que tuviese, era tan humillante como la que encarnaron los liderados por el representante del Conare-Sutep, la versión magisterial del hipócrita Movadef y que ahora se sienta en Palacio de Gobierno, esperemos que no por mucho tiempo.