Es extraño, pero en medio de la controversia por la réplica del famoso huaco de falo gigantesco en el distrito de Moche, en la provincia de Trujillo, ha emergido una especie de enhiesto orgullo por las enormes dimensiones del miembro en mención. Más de un nacido por estas tierras norteñas ha mostrado su comparación con las esculturas griegas, por ejemplo, y ha destacado el tamaño del falo de raigambre moche. De pronto, ya no es solo la gastronomía, el clima o las playas; ahora es el pene. La tenemos más grande, jojolete.
Pero hay que ser serios e hidalgos. Tampoco somos Ecuador, Colombia o Venezuela, los países sudamericanos que mejor posicionados aparecen en al ranking mundial de los varones con mejor promedio de proporcionales fálicas. Según los estudios revelados, no estamos mal, pero tampoco somos congoleses, hombre. Un poco más de humildad.
Y el orgullo, decíamos, está henchido por estas horas. Todos y todas se apuntan para ir hasta el lugar para sacarse la bendita foto con el ceramio de pene inverosímil. Algunos entre risas, otros u otras simulando la rendición del culto hacia el órgano sobresaliente. ¿Qué llama a la gente a ir a tomarse fotos y compartirlo en sus redes sociales?, se preguntan quienes no han hecho el ritual, o quienes no lo entienden, sencillamente.
Mientras tanto, varios desempolvan los libros de historia preinca, los archivos, la data de los arqueólogos que antes a nadie interesaba. Es cultura, gritan unos. Es solo morbo y burla, dicen otros.
Y por su parte, el de la gran idea de poner un huaco con pene gigante da entrevistas, proclama su satisfacción de ser mochero y enarbola el símbolo de la fertilidad. Y da la casualidad que Arturo Fernández, el alcalde de Moche que siempre hace noticia, acaba de lanzar su candidatura a la alcaldía de la provincia de Trujillo. Sí: ha empezado su campaña aferrado a ese enorme falo moche (figurativamente hablando, claro).