La presidenta Dina Boluarte parece estar en una etapa en la que cualquier declaración, por descabellada que sea, le sirve para mantenerse en el centro de atención. Recientemente afirmó que en el extranjero la felicitan y le preguntan “¿qué ha hecho con el Perú?” porque “ahora es el mejor país de América Latina”. Estas palabras no solo se desmoronan ante la realidad, sino que también representan un insulto a la inteligencia de los peruanos, quienes enfrentan a diario la inseguridad ciudadana y el deterioro económico.
La situación es alarmante: en el último año, más de 2,000 bodegueros han cerrado sus negocios debido a extorsiones. Esta cifra es solo un botón de muestra de un país donde la delincuencia se ha adueñado de las calles y ha impuesto una pena de muerte simbólica a la sociedad. Mientras tanto, el Gobierno no muestra capacidad para tomar el control y dirigir los destinos del Perú con firmeza.
El intento de Boluarte de proyectar una imagen de liderazgo contrasta brutalmente con la realidad del país. La inseguridad sigue creciendo, y las políticas para reactivar la economía parecen inexistentes. Pero, como si fuera poco, la presidenta también arremetió contra el sistema de justicia del Perú, calificándolo de “circo” y afirmando que “damos vergüenza como sistema de justicia en el extranjero”.
Estas palabras no solo erosionan la confianza en las instituciones, sino que también evidencian una falta de autocontrol y autocrítica por parte de la mandataria.