Después de Iván Márquez, ha sido Jesús Santrich, el más importante jefe disidente de las FARC. La noticia de que ha sido abatido en territorio venezolano en el marco de enfrentamientos -se dice- entre bandas criminales, ha corrido como la pólvora por las redes sociales. La forma en que así haya sucedido era previsible dada la alta conflictividad criminal interna en el territorio llanero, donde por culpa del régimen de facto de Nicolás Maduro, la vida prácticamente no vale nada y mucho menos en las zonas fronterizas. Es verdad que ya estaba en la mira de las Fuerzas Armadas y de la inteligencia colombianas, desde que pasó a la clandestinidad abandonando el sentido del proceso de paz y su ulterior estado de tranquilidad para el país, cuya población nacional, le había dicho punto final a la violencia que ensangrentó a la nación desde los años sesenta. Por supuesto que a Santrich, uno de los delegados de las FARC durante las negociaciones con el gobierno de Colombia en La Habana, todo lo avanzado en el fondo no le importaba y mostraba sus reticencias colisionando con los altos jefes de las FARC. Creía perder el tiempo por su visión absolutamente limitada de lo que significa un acuerdo para una paz permanente y duradera que los colombianos estaban buscando. No le importaba lo que la inmensa mayoría de colombianos quería y por eso estaba resuelto a volver a las montañas y proseguir con una guerra absurda en total oposición a las mayoritarias cuestas de las FARC con Rodrigo Londoño Echeverri o simplemente Timochenko, su jefe máximo. De hecho, el gobierno de Iván Duque, había ofrecido una recompensa de 600 mil dólares por su cabeza. Aunque al cierre de esta columna, no he visto ninguna declaración oficial desde el Palacio de Nariño, sede del Ejecutivo cafetero, que confirme su fallecimiento, abruman las que llegan desde Venezuela, todo parece indicar que así ha sido. Como Santrich, también podría acabar Márquez, y debe saberlo pues moviéndose en el mundo del hampa, junto al puñado de disidentes terroristas colombianos, en negación total de la paz, el derecho debe imponerse y acabarlos con las armas de la democracia. Nada más que esta vez todo parece indicar que,  Santrich, ha muerto por las armas de la criminalidad.