Desde el trono moralizador condenaba conductas y objetaba modos de razonar opuestos al suyo, desde el púlpito laico de nuestras sociedades contemporáneas -la televisión- dictaminaba sobre lo bueno y lo malo. Ahora, el mediador de la entrega de coimas cuyo destinatario final habría sido el transgresor de la ley constitucional Pedro Castillo, el “gestor de intereses ilícitos” Mauricio Fernandini, se halla en una situación judicial cada vez más complicada. Existe una fundada sospecha de corrupción que ensombrece la otrora figura mediática impoluta. Esta siniestra red criminal cuidadosamente tejida por vulgares imitadores de la tejedora de la mitología griega Aracne; entre ellas, la empresaria Sada Goray, el exjefe del gabinete de asesores del Ministerio de Vivienda Salatiel Marrufo, el exministro Geiner Alvarado y el periodista Fernandini, está siendo estudiada por la fiscalía. Y es que, ¡por muy bien que intente ocultarse algo, los luminosos rayos de la verdad, aparecerán! Hay una anécdota de Leonardo da Vinci, en Milán al pintar el mural de La última cena. Escogió a un hombre para pintar a Jesús y luego de unos años, buscó un modelo para Judas y lo encontró en un hombre de aspecto decadente, visiblemente deteriorado. Al llegar al taller, notó que era el hombre que usó como referencia para pintar a Jesús, pero su vida pecaminosa lo había convertido en un ser privado de belleza, dejándolo irreconocible. Pero esto no es siempre así. Hay otros de aspecto distinguido que se retuercen de indignación y desfiguran el rostro ante casos de corrupción, como Fernandini, pero son sepulcros blanqueados. En definitiva, ¡buscamos el esclarecimiento de los hechos de este vergonzoso caso de fariseísmo moderno!



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