Uno de los temas importantes en el trabajo educativo es la evaluación de los estudiantes, la cual debemos fortalecer. El Perú es pionero desde hace décadas de la Evaluación Formativa que contempla cuatro niveles: logros destacados (AD), satisfactorios (A), en proceso (B) y con dificultades (C). Este enfoque verifica el logro de aprendizajes, a diferencia de la anterior evaluación sumativa basada en calificaciones del 0 al 20 sobre tareas, pruebas o intervenciones, sin reflejar el proceso durante un bimestre o año escolar. En ese esquema, reitero, se aprobaba con 10.5 y se desaprobaba con 10.4, una diferencia mínima que no expresaba resultados reales.

Durante su implementación han surgido tergiversaciones, producto de normas imprecisas y capacitaciones impartidas por técnicos que desconocen la génesis, fundamentos y regulaciones de esta reforma. Se hace necesario mejorar los criterios de promoción y repetición de grado. Asimismo —según algunos docentes de aula— se ha difundido la idea errónea de que un estudiante no puede obtener un “AD” en el primer bimestre; que, si alcanza una calificación de “A” o “B” no puede tener “C” en el siguiente, o que solo en el último bimestre puede recibir un “AD”, lo cual resulta absurdo. Por ello, el MINEDU, mediante la RVM N.º 048-2024, busca corregir estas distorsiones. La norma establece: “En cualquier periodo (bimestre, trimestre o semestre) del año, el estudiante podrá alcanzar el nivel de logro AD, A, B o C como parte de su proceso de aprendizaje”.

Es propicia la ocasión para comentarles que el 20 de agosto a las 6:30 p. m. presentaré en la Derrama Magisterial mi libro sobre “La Evaluación Formativa Escolar”. Y es que, a pesar de sus debilidades que hay que superar, es una importante “reforma educativa en el Perú”.