Francisco: el Papa “retro”
Francisco: el Papa “retro”

El papa Francisco acaba de escribir su encíclica titulada “Laudato si” con la cual se suma al corifeo internacional que plantea que las desdichas climáticas son fruto del capitalismo. No sorprende. Sus antecedentes como cardenal Bergoglio y sus evidentes cercanías con la presidenta de su país, dejaba suficientes indicios de que estábamos ante una especie de “Papa cepalino” con tono retro.

Francisco incurre por lo menos en tres errores intelectuales. El primero, en validar la hipótesis de que el cambio climático -que nadie niega- es resultado del quehacer humano y no del ciclo natural del planeta. Este es un asunto de vigente controversia científica, aunque mediáticamente ya se haya “definido” que el efecto invernadero se debe a la proliferación industrial fruto del capitalismo. Sin importar ello ni el griterío de la masa, lo cierto es que no es un tema cerrado y merecería más investigación antes de proferir juicios absolutos con “olor a santidad”.

El segundo error está en que el Papa no dice que es precisamente el capitalismo que él deplora lo que ha sacado a tantos millones de la pobreza desde la revolución industrial del siglo XVIII, y más aceleradamente desde las últimas dos décadas del siglo XX, justo a partir de la caída de los regímenes más anticapitalistas que registra la historia universal.

Pero es el tercer error el más grave. Francisco niega que el crecimiento económico sea necesario para resolver el problema del hambre y de la pobreza, y reactivó de un plumazo la cincuentera teoría de la dependencia al plantear que los países en desarrollo están a la merced de las naciones industrializadas que explotan sus recursos, en una relación “estructuralmente perversa”. Desconoce así el Papa la evidencia empírica de China o de los Tigres Asiáticos, entre otros, que vienen derrotando a la pobreza a punta de crecimiento elevado y sostenido desde hace treinta años.

El Papa tiene derecho de opinar lo que quiera, conozca o no del tema. Ojalá esto lo recordaran las huestes de izquierda que hoy aplauden su encíclica, del mismo modo que cuando este -o el cardenal Cipriani- se pronuncia sobre el aborto terapéutico o el matrimonio entre homosexuales. Del mismo modo, y ejerciendo similar derecho, pienso que sus ideas están capturadas excesivamente por la ideología de izquierda, que lo ha llevado, de manera oficial y permanente, a comprometerse con una de las banderas más cuestionables del socialismo internacional.

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