Ha dado lástima ver al último exministro del Interior castillista Willy Huerta tratando de sacar cuerpo –al igual que varios de sus colegas de gabinete– del golpe de Estado dado por su jefe y acusarlo de haberlo implicado en un delito, como si el hombre recién se hubiera dado cuenta en ese momento qué clase de sujeto era el profesor que según el Ministerio Público era el cabecilla de una banda de delincuentes dedicada a saquear al Estado.

Recordemos, para empezar, que Huerta entró al Ministerio del Interior para reemplazar a Mariano González, quien fue echado por poner a disposición de la Fiscalía un eficiente equipo de policías que se iba a dedicar a buscar a prófugos de alto vuelo como el sobrinísimo Fray Vásquez y el exministro de Transportes Juan Silva. Evidentemente el nuevo titular del sector no tomó el cargo para continuar con el trabajo de su antecesor.

En segundo lugar, Huerta aceptó ser ministro de Castillo cuando el olor putrefacto de la corrupción hacía tiempo que salía de Palacio de Gobierno por puertas y ventanas. ¿O es que acaso el caballero no leía periódicos ni veía televisión? ¿No sabía del escándalo de Sarratera, de los pagos por los ascensos en la Policía Nacional o de los 20 mil dólares de Bruno Pacheco en uno de los baños de su oficina? ¿Nunca se enteró de las andanzas de los parientes y los paisanos?

Huerta tiene derecho a defenderse, pero que no se haga el ingenuo ni trate de decirnos a los peruanos que recién se dio cuenta que Castillo era un tremendo sinvergüenza a los pocos minutos del golpe de Estado, cuando cualquier persona medianamente informada sabía de qué pie cojeaba el profesor. Además, el exministro ha sido oficial de la Policía Nacional, y como tal jamás debió trabajar para un aliado de los terroristas reciclados del Movadef.

El Ministerio Público tendrá que hacer su trabajo investigando a Huerta y al resto de miembros del gabinete, todos los cuales ahora dicen que no sabían nada y hasta se pintan como víctimas del golpista que debido a sus limitaciones jamás pudo escribir el discurso que leyó en cadena nacional de televisión. Se hacen ahora los sorprendidos y ofendidos, pero por meses apañaron y fueron soporte del peor presidente de nuestra historia. No nos quieran tomar el pelo.

Cualquier persona medianamente informada sabía de qué pie cojeaba el profesor.



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