En pocos meses empezará la campaña electoral que entre abril y junio del próximo año nos dará el nuevo gobierno, que asumirá las riendas del país el mismo día en que cumplamos 200 años como tal. Lamentablemente, este aniversario nos tomará en un momento en que el Perú tendrá que estar comenzando su etapa de reconstrucción tras la tragedia social y económica que nos dejarán la pandemia del COVID-19 y los efectos secundarios de las medidas que se tomaron para frenarla.

El próximo gobierno tendrá la inmensa responsabilidad de sacar al país del hoyo, tras la recesión en que cerrará en 2020. Sin embargo, también deberá comenzar a hacer una labor de mucha mayor trascendencia. Y digo “comenzar” porque en los próximos cinco años no se podrá revertir todo lo que no se ha hecho en dos siglos, y que nos ha estallado en la cara desde que el coronavirus llegó al Perú en marzo de este año tan complicado.

Hemos visto frente a nuestros ojos el alto grado de informalidad que padecemos y los problemas que esto genera. Nos ha saltado al cuello el grave problema de la salud pública, al igual que el de la educación. Miremos las cárceles que nadie ha querido atender. También está pendiente hacer algo en las regiones para corregir los errores y horrores de la llamada “descentralización” de hace 20 años, que no ha hecho más que generar caudillos locales ineptos y corruptos.

Ese gobierno deberá empezar por cambiar algo tan simple como la falta de agua y servicios básicos en millones de personas. Desde que nos llegó la pandemia se nos decía “lávate las manos”, algo que sin duda debió parecer una burla para mucha gente de la misma ciudad de Lima. Todo esto debe ser superado con inversión bien llevada, trabajo productivo, formalización, buena educación, un sistema de salud digno de seres humanos y seguridad en las calles.

Por todo esto, los peruanos no deberíamos equivocarnos nuevamente al momento de votar. Se necesita un gobierno a cargo de alguien que esté, junto a su equipo, a la altura del inmenso e histórico reto que tendrán. Cuidado con los oportunistas, los populacheros, los demagogos, los aventureros, los graciositos, los “boquilla”, los “simpáticos”, los saltapericos y tránsfugas. De estos elementos los peruanos deberíamos estar, en teoría, curados hace mucho tiempo.

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