Los elevados nivales de criminalidad que se viven en el país están pasando una gran fractura que no solo se traduce en muertos, heridos y afectaciones directas al patrimonio a través de robos y extorsiones. También empiezan a desalentar la inversión en pequeños negocios en barrios de Lima y otras ciudades del país, que son grandes generadores de empleo, según arroja el Tercer Reporte del Observatorio del Crimen y la Violencia, unan iniciativa del Banco de Crédito y Capital Humano y Social.
El estudio de los últimos 12 meses mostrado hace pocos días, indica que el 32% de peruanos afirma haber sido testigo o conocido del cierre de algún pequeño negocio en su barrio, sea bodega, panadería, peluquería, restaurante o similares, a causa de la violencia. Esa cifra es a nivel nacional, pero en Lima se eleva a 50%, todo esto a pesar de las medidas que con bombos y platillos ha anunciado el gobierno central, incluyendo los estados de emergencia y el “cuarto de guerra”.
Los resultados no dejan dudas. ¿Quién va a querer poner o mantener en funciones una bodega o una peluquería para que lo asalten o le cobren cupos a cambio de no recibir un balazo o un petardo de dinamita? Lo mismo pasa con los restaurantes, muchos de los cuales son asaltados incluso mientras los clientes almuerzan o cenan en compañía de sus familias. Para qué trabajar y generar dinero si gran parte de este va a ir a los bolsillos de delincuentes cobardes que operan con un teléfono celular.
Si el Perú camina gracias a los emprendedores y los pequeños empresarios que ponen un negocio y dan trabajo, entonces debemos comenzar a preocuparnos, pues una de las ruedas de nuestra economía está comenzando a girar cada vez más lento por culpa de la criminalidad y de la falta de reacción del gobierno que es verdad que carga un gran pasivo de administraciones anteriores, pero que en más de dos años solo ha sabido cambiar ministros del Interior como muestra clara de que no cuenta con estrategias ni planes.
Pedirle al gobierno de Dina Boluarte que haga algo contra la delincuencia, sería pecar de “inocente”. La señora está más empeñada en sobrevivir en medio escándalos y denuncias, que en hacer gestión para al menos frenar el problema más grave que afrontan todos los peruanos, sin excepción, que es el de la inseguridad que incluso ha resucitado al secuestro con asesinato, una actividad criminal que creíamos erradicada desde inicios del presente siglo, pero que está vivita y coleando.