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La gran marcha y paro nacional que el colectivo Con Mis Hijos No Te Metas ha convocado para el viernes 24 de mayo es un capítulo más de la guerra cultural en la que se encuentra inmerso nuestro país. Desde hace varios años, el Estado y el Gobierno se han plegado al movimiento global que promueve, desde varios organismos internacionales, la ideología de género. En principio esto se hizo de manera subrepticia, porque no existía el caldo de cultivo suficiente para programar una reforma a gran escala. Pero conforme el dinero público y privado internacional logró crear una plataforma para movilizar ideológicamente, la ofensiva recrudeció hasta extremos nunca antes vistos en el Perú.

En un inicio, los promotores de la ideología de género repitieron el discurso global diseñado para la etapa inicial de implementación: la ideología de género no existe. Líderes de opinión, políticos, académicos e incluso opinólogos sostuvieron en la esfera pública que la ideología de género era un invento de la oposición. La segunda etapa fue equiparar a la ideología de género con el enfoque de igualdad hombre-mujer. Los que seguimos el discurrir del mundo sabemos muy bien que la diferencia no es sutil. Es abismal. Nadie en su sano juicio puede oponerse a la igualdad entre mujeres y hombres. La ideología de género no pone el acento en la igualdad. Lo pone en la libertad luciferina.

Es en este punto que reaccionan los padres de familia. La guerra cultural se acentúa desde la gestión de Saavedra y ha servido para organizar a varios colectivos que, tarde o temprano, generarán una plataforma política. La tercera etapa es el combate electoral.