En julio del  año pasado, el pueblo cubano conmovía al mundo con una protesta masiva en contra de la opresión. Los hechos se remontan a más de 60 años de dictadura. Los cubanos seducidos por el grito “Patria o muerte” de Fidel Castro, derrocaron al dictador Fulgencio Batista, para años después instaurar otra dictadura, la comunista, producto de la denominada revolución cubana comunista.

Fidel Castro en un discurso en la plaza de la ciudad de Camagüey, del 4 de enero de 1959, decía “cuando un gobernante actúa honradamente, cuando un gobernante está inspirado en buenas intenciones, (…) Si un gobierno no roba, si un gobierno no asesina, si un gobierno no traiciona a su pueblo, no tiene por qué temer(…) , porque nadie podrá llamarlo ladrón, (…)   Cuando se roba, cuando se mata, cuando se asesina, entonces el gobernante tiene mucho interés en que no se le diga la verdad”.

Sesenta años después, el pueblo cubano oprimido y  hambriento, urgido por la  pandemia, salió a las calles bajo el grito de “Patria y vida”. A un año de esa gesta contra la dictadura, rescatamos el civismo del pueblo cubano clamando desesperadamente libertad. Lamentablemente el resultado, como suele ocurrir con las dictaduras, fue injusto y arbitrario. Se criminalizó la protesta y las autoridades cubanas consideran que se cometieron delitos de sedición,  atentado, desacato y desórdenes públicos, razón por la cual aproximadamente  300 personas tienen penas hasta de 25 años de prisión.

En nuestro país la “revolución”  del lápiz, consiste en su Asamblea Constituyente y cierre del Congreso para enquistarse en el poder bajo el lema de que “en 200 años los blanquitos o los zánganos políticos han desfalcado nuestra riqueza, y en nombre del pueblo, ahora nos toca”. El discurso del profesor es una constante justificación. “No robo, ni robaré”, dice. Blindaje a ciegas a su corrupción y parte constitutiva del gobierno. La tiranía se engendra en la ambición e ignorancia y se alimenta del el caos y desastre generalizado en todos los sectores, para luego autoproclamarse salvadores. No triunfarán. ¡Viva el Perú!