La necesaria rotura de relaciones diplomáticas con México debe ser vista como el efecto lógico de una larga secuencia de acciones de injerencia en los asuntos internos del Perú perpetrada desde 2021 a lo largo de los gobiernos de izquierda de Andrés Manuel López Obrador y de su sucesora Claudia Sheinbaum, quienes en lugar de poner orden en su país carcomido por la violencia y la corrupción que genera el narcotráfico, han optado por proteger a golpistas extranjeros como Pedro Castillo y Betssy Chávez.

Indignante la narrativa usada por dos gobiernos mexicanos para justificar su protección a estos personajes impresentables. Venden la idea de que Castillo y Chávez están como están por racismo o clasismo, cuando ambos han intentado dar un golpe de Estado, hacer un quiebre de orden constitucional, aparte de las corruptelas en las que está metido el profesor. ¿Sabe acaso la señora Sheinbaum y sus diplomáticos ideologizados que ese caballero también está investigado por ratero, por recibir sobres con plata para sus familiares angurrientos?

Todo comenzó con López Obrador, quien veía a Castillo como un “pobrecito”, como el “humilde campesino” convertido en presidente que era acosado por “fuerzas oscuras” para echarlo del poder. Quizá nadie le dijo que venía del partido de un corrupto como Vladimir Cerrón y que casi desde que llegó a Palacio de Gobierno surgieron los graves indicios de corrupción, además de rodearse de filoterroristas, delincuentes y sinvergüenzas, lo que activó mecanismos democráticos y legales para procurar su salida.

Es verdad que se intentó vacar a Castillo, pero eso nunca se dio porque no hubo los votos necesarios. Así funciona una democracia: con votos. Si había votos, se iba, pero como no hubo, se quedó en el cargo hasta que él mismo pateó intentó patear la Constitución, cerrar el Congreso y algo tan o más grave como es intervenir todo el sistema de justicia y convocar a una asamblea constituyente, todo al margen de la ley. ¿Esto le parece justificable al gobierno mexicano?, ¿los peruanos debíamos aplaudir esta barbaridad?

Frente al asilo a Chávez, quedan dos cosas pendientes: decidir si se le da o no el salvoconducto para que esta prófuga se vaya a ser mantenida largos años por los contribuyentes mexicanos; y condenar de una vez a Castillo, el cabecilla del golpe fallido del 7 de diciembre de 2022, para terminar con los shows baratos que tenemos que soportar en cada audiencia, en que la victimización y el floro politiquero son su mayor “argumento” en vista de que jurídicamente es indefendible.

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