La cumbre sobre cambio climático de Glasgow, Escocia, o sencillamente COP26, ha vuelto a enterrar las esperanzas de los ambientalistas en el planeta. En efecto, la trágica realidad ha sido graficada por el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas – ONU, el portugués Antonio Guterres, que no se ha quedado callado para advertir a los participantes de que “Estamos cavando nuestra propia tumba” y no exagera.

El planeta tiene líderes y sociedades recalcitrantes. Es parte de la desidia humana como conducta que solamente reacciona cuando la desgracia planetaria se halle en nuestras narices y mucho de lo que se quiera revertir en ese momento, será tarde. Cuando mis alumnos me presentan trabajos de tesis sobre conflictos o guerras por la posibilidad de la escasez del agua, les digo que sus hipótesis no son descabelladas, les digo, además, que los hombres nos enfrentaremos hasta por gotas de agua en el futuro, hasta sacarnos los ojos.

El avance de la humanidad por los novísimos desarrollos tecnológicos también debe ser visto como el camino hacia la inexorable involución humana. La poquísima disposición para decidir en sentido contrario llevará a la sociedad internacional a un escenario realmente funesto. Cuando las alteraciones climáticas se produzcan los hombres se van a desesperar y también será tarde. La Tierra entrará en ebullición en su momento y la vida humana desaparecerá y cuando ese tiempo se haya consumado otros explorarán nuestro planeta como ahora nosotros Marte, rompiéndose la cabeza para determinar si hubo vida o no en nuestro globo. Los gobiernos y sus empresarios solo piensan en sus intereses, y nunca en la humanidad.

Es el egoísmo humano en su máxima expresión. Pero cuando entremos en la sociedad de la barbarie -seguramente mi generación y algunas otras más que sigan, no lo veremos-, unos a otros los hombres terminarán consumidos volviéndose salvajes y promiscuos. Será la consecuencia de una involución decantada que volverá a las guerras en el imperio de la sobrevivencia humana pues las leyes terminarán despreciadas.