Si bien todos estamos de acuerdo en que la tranquilidad mental y emocional es indispensable para una buena calidad de vida, hablar de salud mental continúa siendo difícil. Ha habido avances, como, por ejemplo, la explosión del “coaching”, ya que finalmente, estamos hablando de desarrollo personal. Sin embargo, es importante poder hablar con naturalidad de la salud mental, como lo haríamos sobre una dolencia física.

Es más fácil hablar del cuerpo físico porque es concreto. Podemos tocarlo, mirarlo, sentirlo. Sin embargo, a medida que las enfermedades físicas son más “invisibles” y crónicas, como, por ejemplo, la diabetes, más difícil es la adherencia al tratamiento. Algo similar sucede con la salud mental. Nuestros pensamiento y emociones llaman nuestra atención cuando se materializan y actuamos sobre ellos. Por ejemplo, una persona puede pasar muchos años con rabia, cocinándola a fuego lento, para, de pronto, actuar con una violencia que sorprende a todos. Si no hablamos sobre nuestras emociones, pensamientos y cómo afectan nuestra salud mental (y física, ya que todo se integra), no podemos tomar nota de lo que estamos incubando. Nos vemos condenados a esperar a la crisis.

En el Perú, 1 de cada 5 personas sufre algún trastorno de salud mental (SM) Solo 20% de los peruanos con algún trastorno recibe tratamiento. De esta cantidad, el 70% lo abandona durante el primer año. Existen muchas barreras para la SM: pocos especialistas, centros de atención, el costo del tratamiento. Sin embargo, la principal es el desconocimiento y el estigma en torno a los problemas de SM. Necesitamos hablar de salud mental porque, lo que no podemos nombrar, nos aprisiona. Al elaborar nuestros pensamientos y emociones a través del lenguaje, podemos procesarlos, y así, no esperar hasta la siguiente crisis. Este aprendizaje debe comenzar desde la escuela. Todos los docentes deben invertir en su propia salud mental, y tener herramientas para apoyar a sus estudiantes hacia un desarrollo integral