En su afán de salvar su candidatura presidencial, César Acuña ha quemado sus fusibles en Trujillo. Ha criticado al actual gobernador de La Libertad, Manuel Llempén, y a su antecesor, Luis Valdez, ambos de su partido. Ha dicho que no supieron continuar lo que él inició, no mantuvieron su legado, es decir.

Acuña incluso ha señalado que el prófugo y suspendido alcalde de Trujillo, Daniel Marcelo, también de su partido, ha sido sentenciado por una cuestión individual, que él no tiene nada que ver ni tampoco la organización política que lidera. “Ha habido mala suerte”, dijo.

Pero el candidato presidencial olvida que avaló a Marcelo como candidato a la alcaldía de Trujillo pese a tener sentencia condenatoria y expedientes abiertos. Los casos que hicieron caer a Marcelo no son recientes, las dos condenas que pesan sobre él y que lo tienen escondido provienen de su gestión como alcalde del distrito de La Esperanza. Acuña tenía toda la información sobre la mesa, pero lo mantuvo y lo avaló.

A Luis Valdez, a quien Acuña considera un hijo, lo empoderó. Lo llevó como vicegobernador, a sabiendas de que iba a renunciar al cargo de gobernador para postular a la Presidencia de la República. Lo llevó como vicegobernador porque quería dejarlo en el gobierno regional. Y eso ocurrió. Cuando Luis Valdez lo sucedió en el cargo y asumió declaró que gobernaría con los consejos e indicaciones de Acuña, a quien considera un padre.

Manuel Llempén, ciertamente, no es tan de confianza como Valdez, pero lleva años trabajando con él. Fue candidato a la alcaldía de Trujillo, es decir, iba a sucederlo en el sillón municipal. Y, además, fue dos veces candidato al gobierno regional por su partido. Nadie llega a una candidatura de esa naturaleza sin su aval.

Así que Acuña no puede sacar cuerpo. Y si él no tiene nada que ver con lo que su partido hizo estos años en La Libertad, es porque es un líder desastroso. Que se haga cargo.