Las recientes muestras de solidaridad del Perú con la alicaída Organización Mundial de la Salud - OMS, agencia dependiente de las Naciones Unidas, debemos medirlas al máximo, mirando la dimensión de la pandemia y sus trágicos efectos y sobre todo, para cuando la ciencia dé aviso a la humanidad de que la vacuna sea una realidad.

Lo voy a explicar. EE.UU. y China se han venido enfrentando en el marco de pugnas en el sistema internacional, en que la pandemia se constituye en una penosa circunstancia que buscan aprovechar para recuperar espacios de poder planetario (EE.UU.) o emerger como la nueva superpotencia mundial (China).

Ambos países han hecho lo que han querido con la OMS y ésta ha quedado en el estado de vulnerable. En efecto, Washington, primero canceló su aportación anual que llegaba hasta los 450 millones de dólares y hace pocos días se ha alejado formalmente de la agencia; y China, en su astucia a la máxima potencia ganando rédito de moral internacional, aplaudida, la recibió con los brazos abiertos, con una cuota al año que no supera los 45 millones de dólares.

Pero, cuidado, los proyectos de vacuna más cercanos a consumar la hazaña lo tienen la Universidad de Oxford y Astra Zeneca y la de la biotecnológica estadounidense Moderna, según ha referido The New York Times, es decir, estarían pasos muy por delante de los trabajos científicos patrocinados por países como China.

El Perú debe mantener un tamaño de actuación a discreción y sin camiseta. Lo que debemos hacer es vincularnos estratégicamente con los diversos laboratorios, sin pecharnos por ninguno y menos por sus Estados promotores. La OMS, que debe ser imparcial por antonomasia, al acercarse a China, no denota su rol de equilibrio. El Perú no debe hacer lo mismo. Cautela si queremos la vacuna sin tener que pasar por la cola de espera como ahora por las pruebas moleculares.