Aprender a mantener un avión en el aire es relativamente fácil según dicen los expertos; lo difícil es lograr mantener su control en situaciones extremas.

Los pilotos aeronáuticos reciben un entrenamiento muy riguroso que incluye conceptos fundamentales de aeronáutica, meteorología, sistemas del avión, procedimientos se seguridad y una serie de disciplinas adicionales y variadas que, evaluadas con los más rigurosos estándares mundiales, los declara aptos para operar en el transporte de pasajeros. Cada seis meses, los pilotos son sometidos a reentrenamientos, principalmente en simuladores de vuelo, donde repasan una diversidad de probabilidades de accidentes e incidentes que podrían sufrir en la vida real. La estadística internacional demuestra que el 60% de los accidentes aéreos fatales, ocurren durante el despegue o el aterrizaje, que son las etapas más críticas de la operación. En caso de algún accidente durante la aceleración de la aeronave para el despegue, el piloto deberá decidir en cuestión de milésimas de segundos si es mejor despegar o permanecer en tierra. Pero, “desacelerar” súbitamente una aeronave de 37 metros de longitud, con un peso de 77 toneladas y que se encuentra corriendo en la pista a 270 km por hora, no es tan fácil como uno podría imaginar.

El 18 de noviembre pasado, una aeronave Airbus A320 de Latam, que se dirigía a la ciudad de Juliaca con 102 pasajeros y 6 tripulantes a bordo, impactó contra un vehículo del servicio de salvamento y extinción de fuegos que invadió la pista de aterrizaje, por motivos aun por esclarecer. La hábil maniobra que realizaron los pilotos al mando fue crucial para permitir mantener la estabilidad de la nave y evitar que ésta perdiera el control y pudiera incluso volcarse, provocando una explosión de los tanques repletos de combustible, produciendo una desgracia aún mayor.

Nuestro homenaje entonces, en esta oportunidad, no solo a las dos víctimas fatales de este accidente que enluta hogares peruanos, sino también al gran trabajo de la tripulación de cabina, y sobre todo al de sus dos pilotos, grandes héroes anónimos, que pudieron controlar la nave en pleno proceso de despegue y salvar la vida de todos los pasajeros que estaban a bordo del avión.