En tanto y en cuanto el Congreso no defina el adelanto de elecciones, una decisión que no depende del Poder Ejecutivo, lo único que le queda a la presidenta Dina Boluarte es gobernar, en toda la dimensión que el verbo implica. Gobernar es garantizar a partir de ahora y hasta el final de su mandato la libertad de las carreteras para que ningún peruano tenga que ser víctima del sabotaje criminal de ver su viaje interrumpido, su mercadería estropeada o su negocio o empresa en riesgo porque los insumos no llegan o los productos perecen bajo la anarquía. Gobernar es darle a las empresas mineras la seguridad de que podrán seguir operando en el país sin vándalos acechando, atacando y destruyendo sus instalaciones, obstruyendo los caminos de sus operaciones y amenazando a sus trabajadores. Gobernar es defender el Estado de derecho, hacer prevalecer el imperio de la ley y decirle a un grupete que en el Perú hay autoridades que hacen respetar el principio de autoridad y no una tierra baldía en el que los carniceros de la ley, los terroristas de todas las montas y los promotores del caos tienen carta libre y luz verde porque los blandengues les agitan el banderín de partida y los timoratos el de llegada bajo la ideológica coartada del respeto a los derechos humanos. Porque gobernar es defender, precisamente, los derechos humanos de quienes son atacados a mansalva, humillados por la turbamulta y vilipendiados por el caviarismo moral. Es hora de gobernar para los extranjeros que con tanto esfuerzo e ilusión vienen a Machu Pichu y se encuentran con trenes paralizados y vías férreas destruidas, que se vuelven a sus países masticando un justificado rencor por haber visitado una patria de malandrines al que juran que no volverán jamás. Es hora de gobernar para las miles de pymes como las de Gamarra, a punto de quebrar por casi dos meses sin ventas, y también por los inversionistas que temen poner un solo sol más ante la inseguridad jurídica más gigante que se vislumbra desde las épocas de Sendero Luminoso y el MRTA. Con las armas de la ley y contra los que salivan los beneficios de una insurgencia o los réditos de una guerra civil, es hora de gobernar.