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Arrecian remolinos turbulentos en los vientos judiciales. Vientos que dejan, otra vez, una estela de residuos malolientes dispersos en el camino. Un audio exhibe a un fiscal acomodaticio tratando de influir en el testimonio de un testigo para adecuarlo a su teoría. Se llama Alan Castillo y su colega José Domingo Pérez se ha apurado en aclarar que no pertenece al Equipo Especial -lo cual es cierto-, sino al grupo de fiscales anticorrupción. El tema es que Pérez lo dice como si el Equipo Especial fuese un capítulo de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. Como si los periodistas no supiésemos que el Equipo Especial mide los tiempos, filtra conclusiones, negocia con testigos, otorga beneficios y juega en pared con todos aquellos que puedan integrarse a su dinámica judicial de alto contenido político. Como si ignoráramos su impronta ideológica y sus odios viscerales. Es cierto que la política peruana, los empresarios, los funcionarios públicos y el propio sistema de justicia navegan en el mar de pus de la corrupción. Hay una montaña de basura, un Everest de vileza en la esfera pública y privada que medra de los recursos del país. Lo ideal es que la cárcel sea el inmediato destino de esas vidas abyectas; pero ese objetivo no debe socavar la ley, justificar el abuso ni avalar la arbitrariedad. A los casos de Keiko Fujimori y un sinnúmero de prisiones preventivas se ha sumado esta semana la devolución de los 524 millones de soles a Odebrecht por la venta de Chaglla y la desmedida prisión para 14 árbitros. Existe una escandalosa asimetría en los criterios. El corruptor -que ha confesado- está libre, sigue operando y hasta se le devuelve dinero; pero a quienes no se les ha probado culpa se les detiene y confina. ¿No es esta la demostración de un sistema fallido, envilecido por una causa oculta o camuflado en la legalidad? ¿No va de tumbo en tumbo, hace rato, el andar zigzagueante de la Fiscalía? La nueva JNJ está obligada no solo a extirpar la sordidez de los "Cuellos Blancos" del tejido putrefacto de la justicia, sino que tendrá que evaluar -con rigor- a los integrantes del Equipo Especial, la lentitud de su labor, la incoherencia de sus actos y, sobre todo, la politización de sus decisiones. Hay también mucho que limpiar allí. Ajusticiar es muy distinto a impartir justicia.