¿Normar rígidamente los símbolos patrios construye identidad nacional? El reciente proyecto de reglamento del Ministerio de Defensa, elaborado por un comité intersectorial del Mindef, PCM, Interior, Relaciones Exteriores, Educación y Cultura, plantea una serie de restricciones para el uso de la bandera, el escudo y el himno nacional, incluso imponiendo sanciones por su “uso indebido”. A simple vista, parece una iniciativa patriótica; sin embargo, al analizarlo, se percibe más como una norma autoritaria que como una invitación al orgullo cívico.
Empresas, iglesias y organizaciones civiles no podrían usar estos símbolos en campañas o eventos. Los medios estarían obligados a transmitir el himno dos veces al día. Se rediseñarían billetes, monedas, manuales y fachadas oficiales. Las Mypes temen perder ingresos en Fiestas Patrias. Juristas advierten ambigüedades que permiten arbitrariedades. Y muchos se preguntan: ¿puede el amor a la patria surgir por decreto?
Desde la psicología, esta norma revela una desconexión entre símbolo y sentimiento. Ver una bandera o cantar un himno no genera orgullo por sí solo. Es la vivencia de pertenecer, ser valorado y cuidado por el país lo que da vida al símbolo. Imponerlo sin garantizar una vida digna es incoherente.
El verdadero orgullo nacional nace del sentido de comunidad, no del castigo. Sorprende que Educación y Cultura respalden esta norma: ¿qué ciudadanía promueve un sistema que cree que el respeto se impone y no se cultiva? ¿Qué cultura se defiende cuando se protege el símbolo pero el estado descuida a la gente que debería representarlo?