Leer a Han Kang se siente como una experiencia física por la inmersión de su lenguaje en el cuerpo de sus personajes. Y el efecto es mayor cuando une lo fantástico con lo sensorial. Su literatura lo conecta todo, hasta lo que parece no tener un vínculo. Así se aproxima más a la condición humana, a los rostros de horror, al quebradizo futuro. “Imposible decir adiós” (Random House), la novela más reciente de la Premio Nobel de Literatura 2024, publicada en Corea del Sur en 2021, habita esa propuesta creativa para hablar de la reverberación de la violencia de la masacre de Jeju en 1948 y de otras matanzas que sucedieron en su país por la guerra y las persecuciones ideológicas. Los miles de muertos y desaparecidos todavía caminan por sus tierras, dejan un resto inconsolable para sus deudos, un silencio asfixiante para las nuevas generaciones y consecuencias insospechadas pese a los años. Kang explora ese tema a partir de la historia de Gyeongha e Inseon, dos amigas que tenían un proyecto surgido de una recurrente pesadilla de la primera, y que apareció como una forma de abordar el duelo de la segunda. Gyeongha es una escritora y su conexión con la crueldad humana es la documentación que hace para su libro sobre la masacre de Gwangju. Mientras que Inseon, fotógrafa, tiene una relación personal con ese tema: la búsqueda de los restos de su tío. Su amistad se ha visto interrumpida por el crónico aislamiento de Gyeongha, como Yeong-hye de “La vegetariana”: ambas están golpeadas por las violencias. La narradora siente que morirá pronto, pero no tiene a quién dejarle su testamento. En esa tesitura, recibe una llamada de su vieja amiga, quien se ha cortado los dedos de la mano derecha por continuar el proyecto que Gyeongha había dejado atrás. Para salvar su mano, debe pasar por una dolorosa intervención cada tres minutos durante tres semanas (metáfora del trauma histórico). Inseon le pide que vaya a su casa en Jeju, un pueblo remoto, para evitar que su pájaro Ama muera sin agua ni alimento. Lo anecdótico se convierte en una inmersión en los momentos más atroces de su país y, a la vez, paradójicamente, en un relato sobre la esperanza, la amistad, el entendimiento entre las personas, la solidaridad. La imagen que utiliza Kang, de dos amigas que cuidan el débil fuego de una vela en medio de un bosque enterrado de nieve, que se parece al fondo del mar donde eran arrojados los cadáveres de los fusilados, es muy potente y convierte a esta novela en una obra más que memorable.

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