Es evidente que el país sufre una crisis económica. La solución será difícil si continúa la inestabilidad política. Para nadie es un secreto que la falta de confianza y credibilidad que proyecta el Gobierno genera un efecto sistemático que arrastra a nuestra economía. Que en agosto el incremento de precios haya llegado a su nivel más alto en 54 meses, que la inflación anual sea de 4.95% y que la empresa medidora de riesgos Moody’s haya rebajado la calificación del Perú y que ya no sea tan confiable como país deudor, son las consecuencias de la improvisación y falta de claridad del Ejecutivo, que abonan en gran medida para un clima de incertidumbre.

Hay una política económica inconsistente, que se guía por la lógica populista del presidente Pedro Castillo. Sería bueno que en vez de rodearse de extremistas convoque a expertos independientes que razonen y vean qué rumbo tomar, porque lo que se viene, además de atentar contra la estabilidad política, afecta los bolsillos de los peruanos.

El gran desafío para nuestro país en estos momentos es cómo hacer para retomar el camino del crecimiento. Ayer el ministro de Economía, Pedro Francke, dio otro mensaje lleno de buenas intenciones, pero eso no es suficiente. Se necesitan iniciativas concretas para lograr la confianza de los mercados, inversores y agentes económicos.