La medida anunciada diez días atrás por el presidente Martin Vizcarra para que los menores de 14 años puedan salir a 500 metros de sus casas en compañía de un adulto para romper con el agotamiento, la monotonía y el estrés de la cuarentena, ha sido objeto de una contramedida que ordena o recomienda –aún no está claro–, que los niños no vayan a las calles en distritos y provincias con altos niveles de contaminación.

Esto último se entiende. No hay que exponer a nadie y mucho menos a los niños. Lo que no se entiende es por qué el gobierno hace anuncios y luego da marcha atrás. Acá hay dos posibilidades: o el Poder Ejecutivo da disposiciones sin medir sus reales efectos y alcances; o quizá creyó, según sus cálculos, que por estos días la epidemia estaría algo controlada, lo cual no se ha concretado.

No es la primera vez que nos vemos en una situación similar. Se dio en el uso de guantes, con el llamado “impuesto a la riqueza” y otras situaciones que ya hemos enumerado en este mismo espacio, por lo que queda invocar mayor rigor y definición al gobierno al momento de tomar acciones.

No podemos estar en marchas y contramarchas por más que la situación sea incierta.