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Uno. Es imposible tener un buen sistema de justicia si no tenemos operadores independientes. Y para tener jueces y fiscales independientes es preciso que estos desarrollen autoridad. La autoridad (auctoritas), el prestigio personal, es el resultado de un largo proceso de ejercicio y conocimiento por encima de las presiones contingentes propias de la política. El jurisprudente debe hallar justicia en el caso concreto, al margen de lo que quieran los poderosos. Se trata de una práctica de valentía y conocimiento. Pero solo así es posible forjar un sistema de equilibrios en donde la autoridad sea capaz de decirle la verdad al poderoso. Con razón decía Álvaro d’Ors que en vez de “poder judicial” deberíamos hablar de “autoridad judicial”. Urgen jueces independientes que no tengan miedo de enfrentarse al poder, aun a costa de sus propias vidas y carreras profesionales.

Dos. La búsqueda de la verdad es el objetivo fundamental de la prensa independiente. Pero ¿cómo ha de buscar la verdad el periodista si es relativista? Allí donde campea la ideología, la búsqueda de la verdad es una quimera astral, una ingenuidad. No hay independencia cuando existe una predisposición selectiva o cuando se defiende la pitanza del día a día en vez de hechos objetivos. La crisis nacional que atravesamos está íntimamente ligada a la crisis moral de los medios de comunicación. Si nuestros líderes de opinión son connotados relativistas, ¿cómo van a buscar la verdad? Con las justas defienden “su” verdad, que normalmente es el disfraz de sus propios intereses.

Tres. Se ha muerto Fausto Alvarado, peruanista, abogado, historiador. Profundamente interesado en la historia, nunca dejó de estudiar nuestro pasado para leer el presente. Descansa en paz, amigo.