A menos de un mes del cierre del plazo para presentar alianzas de cara a las Elecciones Generales 2026 (EG2026), el silencio es estruendoso. No hay propuestas concretas ni pactos confirmados, y algunos rumores ya apuntan a que ninguna alianza se concretaría finalmente. La ausencia de alianzas no solo implica una oportunidad perdida para articular consensos: es también una luz roja frente al problema que se avecina —la súper población de candidaturas.
Hoy tenemos 43 partidos políticos habilitados. Si cada uno decide ir por su cuenta, podrían presentar hasta 263 candidaturas cada uno, totalizando 11,309 candidatos solo en el proceso nacional. Una cifra desbordada que anticipa lo que ya es costumbre: fragmentación, confusión y una oferta política difícil de procesar para el electorado.
Y eso no es todo. El panorama en las Elecciones Regionales y Municipales 2026 (ERM2026) es aún más preocupante. Con 48 partidos nacionales y 96 movimientos regionales, si cada uno postulara en la totalidad de cargos disponibles —1892 municipios y 25 gobiernos regionales—, podríamos llegar a un tope de 678,698 candidaturas.
La ley obliga a los partidos políticos a postular en al menos 13 regiones y 40 provincias, lo que se traduce en un rango mínimo de 398 y máximo de 807 candidatos. Por su parte, los movimientos regionales deben cubrir la elección regional, además de dos tercios de provincias y distritos de su territorio.
La pregunta es inevitable: ¿estamos frente a un ejercicio de democracia o ante una sobreoferta que terminará diluyendo su propio sentido? La inflación electoral no genera más opciones reales, sino más confusión. Y eso, en un país que necesita orden, liderazgo y legitimidad, es una bomba de tiempo.