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Uno. Lo interesante de cómo evolucionan los regímenes fácticos es que abren una compuerta (la del poder sin contrapesos) que es imposible de clausurar. El poder sin contrapesos ha sido, históricamente, una de las grandes preocupaciones de la filosofía política. En efecto, la dualidad autoridad-poder, la creación de un gobierno mixto, la propia idea de democracia representativa, casi todo lo que implica un cierto nivel de civilización se construye sobre la idea de evitar la dictadura y controlar a Leviatán. En eso pensaba el liberalismo clásico y también la moderna teoría de la democracia. Por eso, abierta la caja de Pandora del poder sin contrapeso, la capacidad del pueblo de retornar a un régimen de control y equilibrio es mínima. La democracia es un sistema precario que cuando hace cortocircuito difícilmente encuentra defensores. La ficción de la autorregulación (el Leviatán es capaz de auto-controlarse) es solo eso, una ficción. Desde el 30 de setiembre vivimos en la ficción democrática y en la realidad del poder desnudo.

Dos. Paul Johnson escribió un libro impagable sobre los “Intelectuales” señalando cómo muchos de ellos (novelistas, artistas, ideólogos e incluso periodistas)se erigen como los modernos sacerdotes de la cosa pública, reemplazando al sacerdocio cristiano y creando una falsa religión moderna, con sus dogmas y herejías. Los “intelectuales” proclaman la infalibilidad de su opinión, sin importar sus errores. En estos días de confusión y debilidad, asoman para pontificar sobre temas en los que ya antes han errado. Ser bueno para el arte no califica a nadie como un oráculo del poder.

Tres. La autoridad es superior al poder. La autoridad se gana defendiendo los fueros del Derecho contra el abuso del poderoso.

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