En política internacional como en política interna, hay que ser muy intuitivos para comprender las reacciones de los actores que se movilizan en torno del poder pues casi siempre los gestos son la consecuencia de procesos muy bien pensados, siempre en la idea de obtener la mayor rentabilidad política. En efecto, la inusual reacción a escala del presidente estadounidense, Joe Biden, llamando asesino a su homólogo ruso, Vladimir Putin, tiene un claro mensaje de circunstancia y de oportunidad. Lo voy a explicar.

El reciente informe de inteligencia que pone en la mirada y juicio de valor de la opinión pública del país la conclusión convincente de la participación o intromisión de Rusia -sería la segunda vez- para que Donald Trump ganase las elecciones presidenciales con trampa, ha llevado a Biden a condenar la imputada interferencia de Moscú, pero también le ha servido para enrostrar ante la ciudadanía de su país, que Trump no juega limpio, que no sabe perder, de tal manera que la gente concluya que el exmandatario republicano no merecerá ni siquiera una opción en las primarias republicanas de 2024, lo que sería sacarlo de carrera para las elecciones de ese año.

Pero la actitud desenvainada de Biden explicaría que para el presidente demócrata esta era la oportunidad que estaba buscando para desmarcarse de las acusaciones a que fue asociado con Putin en el pasado. La astucia de Biden se definiría, entonces, en su intención para adelantarse a otros escenarios políticos con Rusia, pues quedándose de brazos cruzados, podría verse mermada su administración. Su actitud, por cierto nada gratuita, le servirá, además, para tapar la boca a quienes sostenían que Biden sería blando con el otrora rival de los EE.UU. durante la Guerra Fría.

En adición, Biden, quiere aprovechar el impacto del informe sobre Rusia para acabar con la deliberada actitud de China de que la confrontación que mantiene con EE.UU. por la guerra comercial y la pandemia, asiente una nueva Guerra Fría o mundo bipolar, esta vez con Beijing como coprotagonista. Washington no lo acepta ni lo soporta como tampoco Biden que, aunque no le guste, debe estar recordando a Henry Kissinger, que ideó la manera de acabar la bipolaridad de la segunda mitad del siglo xx.