GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Siento mucho respeto por Richard Concepción Carhuancho. Lo asumo como un juez firme y ciertamente riguroso, pero que defenderá los fundamentos de la justicia como fin supremo, de acuerdo con sus criterios, sin intromisiones ni disquisiciones políticas. No me inspira lo mismo el fiscal José Domingo Pérez Gómez. Desconfío de él por muchas razones. Para empezar, porque no tuvo reparos, el mismo día en ser nombrado, en acusar públicamente a su jefe, Pedro Chávarry, y exponerlo ante el país como un instrumento de la corrupción. En ninguna institución alguien puede hacer eso sin ser echado. Detesto de Pérez sus afanes protagónicos, su persistente necesidad de colocarse a tiro de cámaras y flashes que lo exacerban, excitan, disfrazan y convierten en un depredador político, un verdugo, y no en un acusador serio y ponderado. Reprocho de Pérez sus métodos y sus formas, su afán de filtrar pruebas secretas y privilegiadas a IDL-Reporteros solo para lograr una atmósfera política a su favor y lapidar a sus investigados. También, y sobre todo, repruebo de Pérez su espíritu carcelario y su ambición de bañarse en un barniz moralizador que no merece. Porque Pérez debe explicar por qué no quiso deshacerse del caso Chinchero cuando Pablo Sánchez se lo pidió y por qué hizo cuestión de Estado para seguir, como hasta ahora, a cargo de las pesquisas. Y debe explicar si su motivación fue el ascenso de su esposa, Vanessa Medina Muñoz, como jefa de Perú Compras, por parte, precisamente, de las autoridades que estaba investigando. Para mí, Pérez está desacreditado, contaminado por su historial y corroído por sus inclinaciones políticas. Y está lejos, muy lejos, de ser el fiscal eficiente y confiable que algunos quieren forzarnos a ver.