Nadine Heredia hizo sus pininos en la actuación con un corto universitario llamado “Gemelas”, en el que interpretaba un doble protagónico: una gemela buena y una gemela perversa y traicionera. Un par de décadas después, se consagra con el papel de su vida: “La Usurpadora”, robándole el protagonismo nada menos que al Presidente de la República.

Y es que, aunque trate de negarlo una y otra vez, a estas alturas del partido ya está más que claro que la Primera Dama ha usurpado sistemáticamente el poder, ejerciendo funciones que no le corresponden. De hecho, es tan evidente que ya ni Humala niega que sean una “pareja presidencial”; al contrario, afirma que gobierna en familia junto con su mujer.

Con el beneplácito del Mandatario, Nadine, enfundada en esos roles, ha enfrentado a los ministros, ha atacado a la prensa; en general, ha hecho y deshecho a su antojo. Y el público -el pueblo peruano- ha sido testigo de su magistral actuación.

Pero se le pasó la mano. El roche de la tarjeta de crédito la dejó al descubierto, y el escándalo de las agendas la sacó al fresco. Y ella, en lugar de salir al frente, decir la verdad y ceñirse al debido proceso, eligió caminar torcido. Las pruebas estaban en su contra; no obstante, siguió negándolo. La verdad, era su letra, pero no lo aceptó hasta el final.

Nadine se excedió con las mentiras, y ahora que por fin ha admitido que las agendas son suyas (obligándonos a darle la razón a RMP), no sabe para dónde correr. De película. Como canta el buen Héctor Lavoe, “quien dice una mentira dice dos y dice cien, se inventa mil, dice un millón…”.