Si un negocio no funciona con varias fórmulas, el empresario escogerá la mejor opción: cerrarlo. ¿Por qué en el Estado no pasa lo mismo? Si la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC) no sirvió en estos casi seis años, con más de cinco gestiones a cargo, ¿por qué no tenemos los reflejos del sector privado?

La ARCC no ha cumplido y debería ser finiquitada. Si solo se enfocó en la reconstrucción de las vías y los colegios, cuando se suponía que era un ente que iba a modernizar el sistema de prevención ante las lluvias, los huaicos y los desbordes de los ríos, quiere decir que no ha cumplido con su misión y visión: cambios. Y no es por falta de recursos, sino de capacidad.

Hagamos una pregunta: ¿antes de la ARCC estábamos igual, mejor o peor? Siendo benévolos, nos iba igual. Y digo esto porque con las lluvias de 2017 las ciudades del norte del país quedaron devastadas, igual que con las precipitaciones pluviales de este año. La única diferencia es que ahora tenemos colegios resistentes, pero sin alumnos.

También podemos decir que antes de la ARCC no había una planilla gorda a la que alimentar. De nuestros impuestos mantenemos a un batallón de gerentes y altos funcionarios que no dan la talla. De igual modo, el contrato de gobierno a gobierno con los británicos será más de lo mismo. Necesitamos gente que proponga un plan, no que solo refaccione los daños.

Frente a lo expuesto, si queremos que el Estado funcione y no solo despilfarre los recursos, la ARCC deberá ser abolida. Así como cuando el Consejo de la Magistratura tuvo que ser reformulado por la Junta Nacional de Justicia, tras descubrirse que no servía para nada, de igual modo deberá haber cambios para no botar dinero en un negocio que no rinde.

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