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El Perú aproxima su existencia al bicentenario en el año 2021, y tal etapa tiene un profundo significado en el 8 de octubre de 1821, fecha de conformación de la Armada Peruana, que da continuidad al proceso que inicia José de San Martín y Bernardo Monteagudo, quienes dejan a cargo de la naciente institución a Jorge Martín Guise, considerado el primer comandante general de la Marina.

Históricamente, la goleta “Sacramento” es la primera nave que enarbola el pabellón nacional y se incorpora a la escuadra libertadora, a la que luego se unirían otras unidades. El Perú nace de la mano con lo que el comandante Fernando Romero Pintado, notable historiador naval, califica como “Guise y la aurora de la Armada Republicana”.

Nace así pues nuestra institución, que protagonizaría un historial de honor que hace sitio a episodios de nuestra historia que han forjado una tradición que se enriquece día a día con hechos de la guerra y participación en la paz. Somos, pues, la Armada Peruana.

Hace cuarenta años la Resolución Ministerial 1665-76-MA, de fecha 23 de setiembre de 1976, dio inicio al término “Marina de Guerra del Perú”, en reemplazo del tradicional “Armada Peruana” que conocimos las generaciones jóvenes y también nuestros almirantes históricos.

El centenario Centro Naval del Perú ostenta vitrales que destacan el escudo de la institución con la aureola “Armada Peruana”, las tarjetas de visita de los marinos señalan el grado y AP (Armada Peruana) y el himno de nuestra institución menciona en su coro a la “Armada Nacional”. Sería pues conveniente reponer para la institución naval su denominación original.

Hace muchos años que vengo pensando en este tema, que si bien para muchos puede ser irrelevante, personalmente pienso que vale la pena una reflexión y un pequeño análisis del porqué se modificó el nombre de Armada del Perú o Armada Peruana por el de Marina de Guerra del Perú.

El término “guerra”, incluido en la actual denominación, infiere el desarrollo de tareas de orden bélico, sin el justo énfasis hacia las tareas orientadas a la contribución al desarrollo y de participación social del país, que bajo mandato constitucional son también de responsabilidad institucional, y que dicho sea de paso se vienen desarrollando en forma sostenida por nuestra institución, como la prevención de actividades ilícitas en el ámbito acuático, apoyo al orden interno, asistencia en caso de desastres y acciones cívicas.

Resulta pertinente señalar que el Perú es miembro signatario de los pactos Saavedra-Lamas, Tratado Antibélico de No Agresión y de Conciliación; y de Renuncia a la Guerra Briand-Kellogg, que tienen por finalidad eliminar la guerra como herramienta de política internacional, propiciando relaciones pacíficas y amistosas entre los países firmantes, sin que ello redunde en descuidar el rol principal de las Fuerzas Armadas como garantes de la soberanía y seguridad del Estado. Esta tendencia de orden mundial ha conllevado a que escasas naciones preserven actualmente la palabra “guerra” en la denominación de sus marinas. Hoy son menos de diez.

Tengo claro que este cambio de denominación tendría que empezar por una modificación del artículo 165 de nuestra Constitución, y que con ello la finalidad y el ámbito de responsabilidad de la Armada Peruana serán exactamente los mismos que hoy tiene la Marina de Guerra del Perú. Tomará tiempo, pero creo sinceramente que esta transición nos llevará de nuevo a la tradición naval que tuvieron nuestros marinos de antaño, que Miguel Grau vivió y que los marinos de hoy vivimos con orgullo y profesionalismo.