Cuando los peruanos esperaban el partido contra Bolivia, en el Congreso aprovechaban el momento para aprobar el retorno a la bicameralidad, que se sumaba al combo previo de la reelección de los alcaldes y gobernadores regionales. El resultado es una ley de contrabando, como aquellos objetos que son necesarios para la vida, pero que terminan siendo despreciados por su origen ilegal.
El problema es que el Congreso tiene políticos incorregibles que podrían llegar a una cámara tan importante como el senado, donde se supone tendrían que llegar personas de valiosa reputación y formación. ¿Se imaginan a un “mochasueldo” de senador corrigiendo las leyes promovidas por los diputados embaucadores? El asunto no pasa por elegir a más personas, sino en cómo se mejoran los filtros para contar con buenos representantes.
¿Qué garantiza que con dos cámaras haya mejores leyes y se eleve el nivel de la clase política?, ¿sólo la edad para postular?, ¿el voto preferente?. La verdad es que, por ejemplo, el sistema de elección de candidatos al Congreso se rige por el caudillismo en las agrupaciones, mas no por la preferencia de sus militantes. Hasta ahora no se cuenta con una fórmula que garantice una votación interna limpia.
El 2018, vía referéndum, la mayoría del país le dijo no a la bicameralidad por un rechazo al Congreso naranja. También es cierto que Martín Vizcarra, quien era el presidente, gozaba de una popularidad que arrastró el voto de los ciudadanos. ¿Qué ha cambiado desde entonces en el Legislativo como para ganarse a la gente? En nada, sino que todo ha empeorado, salvo honrosas excepciones.
La bicameralidad, lamentablemente, es vista como una agencia de empleos perpetuos para la clase política, una puerta giratoria que no se detiene. En una sociedad que lee poco, una gran mayoría desconoce de sus beneficios. Tampoco hace mucho el Congreso en informar el porqué del retorno de las dos cámaras, sino que intenta pasarlas por contrabando.