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“No quiero hacer de mi vida privada un tema de sobremesa de todo el país”, dijo ayer Vanessa Terkes en una entrevista que dio a Radio Corazón, emisora en la que conduce un magacín. La actriz, tras la denuncia por violencia familiar a su esposo, George Forsyth, y visiblemente afectada, espera lograr estabilidad emocional para reafirmar sus acusaciones en las instancias pertinentes y llegar hasta el final. Está en su derecho y eso es lo que debe hacer toda mujer que se encuentra siendo violentada física o psicológicamente; denunciar el hecho es lo que corresponde. Eso nunca estará en discusión. Pero “un consejo hasta de un conejo”. Hoy la señora Terkes está consciente de que es incómodo ser motivo de chismorreo y comentarios acerca de lo que le está pasando, sobre todo en gente a la que le interesa más la forma y no el fondo, la burla que la empatía con alguien que sufre una agresión.

Lo ideal hubiera sido que esa relación no se hubiera presentado, desde que empezó, tan mediática y casi como un reality show, compartiendo todo, dando detalles de todo, listo para ese comentario y difusión que hoy lamenta una de las protagonistas. Es decir, cuando a mí me conviene contar por capítulos toda mi vida a canales de televisión y diarios para que me la reboten está bien y no me afecta, pero cuando esos mismos personajes quieren mantener cierta distancia de los medios porque las cosas no resultaron como esperaban exigen que se les respete. No podemos negar que la relación entre la actriz y el hoy alcalde se desarrolló de una forma tan mediática ad portas de una elección municipal que muchos sospecharon de su honestidad. ¿Y qué dijo ahora Terkes? Que siente que fue utilizada por su aún esposo para lograr la alcaldía de La Victoria. Entonces, hay quienes tuvieron razón de la sospecha. Pero la forma en que se comportó la pareja ante los medios, calculando cada paso, es usual en personajes mediáticos y no solo del mundo del espectáculo y el deporte. Es frecuente que muchos de los que ponen el grito en el cielo por intromisiones de la prensa relacionados con su vida privada son los mismos que les encanta comentarla, abren las puertas de su casa para que la conozcan y no tienen reparos en revelar sus más íntimos secretos. Los periodistas nunca podrán pasar más allá del lugar que se les permita, siempre habrá un no para detener una pregunta que no te gusta. Pongan sus límites para luego no andar lamentándose.

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