Los sucesos que desencadenaron las protestas contra la asunción de Manuel Merino en la presidencia, en noviembre de 2020, dejaron un deplorable precedente para la democracia: La idea de que la calle manda.

El régimen de Merino, lo han dicho muchos juristas reputados, era tan válido como lo fue después el de Francisco Sagasti y como lo es el actual de Dina Boluarte pero, obviamente, a la izquierda no le gustó. Ya se había sentido herida con la salida de Vizcarra y buscó agitar el candelero, no importa si como finalmente sucedió, hubiese muertos (Inti y Bryan) pues el objetivo era derrocar a Merino a combo y patada.

El escenario se repite y Dina debe saberlo. A este sector de la izquierda, la única democracia que le interesa es aquella que se arrodilla a sus intereses y si estos no se ven satisfechos, pues hay que crear las condiciones para sabotearla. No importa si para ello se alían con el Movadef, Sendero, el Fenate, los mineros informales, los cocaleros ilegales y el narcotráfico. Todo vale. Por eso es que como parte de ese guion, instalan en su tergiversada “narrativa” conceptos como dictadura, gobierno cívico-militar, represión y violaciones a los DD.HH.

Las redes sociales, al carecer de filtros, son las más contaminadas con estos mensajes que buscan crear una realidad a la medida de sus demandas. Nada más falso. En medio del cauce democrático en el que ha asumido Boluarte, todas las instituciones del país están obligadas a cerrar filas no con ella, sino con lo que representa: La vía democrática. El verdadero objetivo de los vándalos es generar el caos con el objetivo de hacer sucumbir al sistema.

La democracia está en juego y no debe ser boba. Debe recurrir a todas las armas posibles para hacerse respetar y hacer sentir su fuerza amparada en la ley, en resguardo de la paz y el orden. La calle no manda. Si una vez les resultó con Merino, tal vez la gran lección que pueda dejar Dina es su defensa del Estado de Derecho en base al principio de autoridad, que debe ser un pilar de la democracia contra la dictadura de la violencia.