César Acuña afronta una campaña muy distinta a todas las que afrontó hasta ahora en la cuna de su partido, Trujillo. Las anteriores campañas tenían el impulso de la novedad, del caudillo que venía a refrescar la política norteña después de décadas de dominio aprista. Ahora, en cambio, Acuña se enfrenta a un desgaste natural y también gestado por sus propios errores.

Acuña, además, se ha convertido en el establishment político. El “gran cambio”, ese eslogan de campaña que adornó su histórica victoria sobre el Apra en el año 2006, ya no puede leerse en su bando, no es compatible con lo que él y su partido representan hoy.

Algunos consideran que la decisión de postular nuevamente al Gobierno Regional de La Libertad fue tomada como una necesidad ante la ausencia de cuadros políticos de fuste que le aseguren mantener el poder en la región liberteña.

Otros afirman que es una forma de admitir que el sueño presidencial del país ya se esfumó.

Lo cierto es que llegó de todos modos a la campaña con un favoritismo evidente, pese a los pasivos. Fruto, además, de la falta de nuevos rostros políticos de relevancia en el norte.

El lunes último Acuña Peralta admitió en un mitin realizado en El Porvenir, en una zona popular de Trujillo, que habían sido deficientes en sus filtros, pues son varias las autoridades de su partido que han caído en casos de corrupción. Fue una admisión de un error capital. Va a tener que enmendar mucho si quiere ganar sin sobresaltos.

El líder apepista, además, mira de reojo el panorama político nacional, que de alguna u otra forma puede influir en el resultado electoral.