Si podemos resumir en una frase corta la situación que hoy vive el Perú, sería esa, la de ser la chica bonita del baile con la que muchos quieren bailar. Y este no es cualquier baile.
Sin embargo, su atractivo no es orgánico. Salvo por la responsabilidad en el manejo de la política monetaria del Banco Central, el Perú ofrece mensajes contradictorios para los inversionistas y ciudadanos del mundo. Nuestra pobre e inadecuada política fiscal que no nos permite dar el salto en la competitividad nacional y cerrar las brechas sociales, sería suficiente razón para no estar invitados al gran baile. Los altos índices de corrupción en todos los estamentos del estado nos restarían cualquier atractivo frente a los demás. La politización de las políticas públicas y precarización del sistema político nos restaría confianza. Nuestro atractivo ahora, tiene un epicentro: el puerto de Chancay.
El no considerar la dimensión geopolítica del nuevo rumbo comercial con el puerto sería una torpeza cuando no una ingenuidad. Una ingenuidad comparable entusiasmarnos con ver a Juan Diego Florez y Lucho Quequezana al show en Gala de la Fiesta de la Primavera por el Año Nuevo Chino 2025 en pleno inicio del fuego cruzado entre Estados Unidos, Canadá y México en la que el incremento de los aranceles es el medio de negociación. Nuestra política económica y diplomática en general debe comprender la importancia de refrescar nuestras relaciones con Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón. Es aconsejable diversificar en este contexto.
Solo así la chica bonita del baile despertará un interés genuino, basado en transparencia en las contrataciones, reglas claras para la inversión y madurez política. En este contexto, hay licitaciones estratégicas que no deben pasar desapercibidas. La adjudicación de la banda 5G (internet) es una de ellas.