El reciente enfrentamiento entre el ministro de Transportes y Comunicaciones, César Sandoval, y el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, a raíz del anuncio de que el tren Lima-Chosica no operará este año, es una muestra más de cómo los intereses políticos y los egos personales terminan sepultando las prioridades del país. Mientras los limeños esperan soluciones, las autoridades se dedican a intercambiar insultos y amenazas.
Las palabras del alcalde, calificando al ministro de “ignorante” y “ayayero de (César) Acuña”, son tan desafortunadas como las respuestas del titular del MTC, quien ha anunciado denuncias por difamación y ha preferido enrostrar su respaldo político en lugar de brindar claridad sobre el futuro de la obra. Esta pelea, más que un debate técnico, es una batalla de poder que deja de lado el verdadero objetivo: concretar un proyecto de transporte vital para cientos de miles de ciudadanos.
El país está cansado de autoridades que usan las obras como excusa para librar disputas políticas, cuando lo que se necesita es coordinación, gestión y resultados. El tren Lima-Chosica no debería ser rehén de rivalidades, sino un compromiso común para aliviar el caos del transporte.
Lo que hoy vemos es el reflejo de una política fragmentada, donde la confrontación sustituye al diálogo, y el cálculo personal reemplaza la visión de Estado. Si las autoridades no entienden que el progreso requiere acuerdos, los proyectos seguirán estancados, y con ellos, el futuro de millones de peruanos.