Los más de 14,000 muertos por coronavirus en el mundo son cremados sin discusión. La decisión de así hacerlo no emana de un convenio internacional sino de una práctica forense que se conoce como protocolo internacional que ha sido aceptado sin oposición alguna.
La cremación del fallecido, que ya no es persona humana -el artículo 61° del Código Civil refiere que la muerte pone fin a la persona-, sino resto humano o cadáver -proviene de tres raíces latinas: cara, data y vernis, que significan “carne entregada a los gusanos”-, obedece a una estricta argumentación sanitaria.
Recordemos que los muertos ya no son sujetos del derecho sino objetos del derecho, es decir, son cosas, res como en los tiempos de Roma.
Ahora bien, a diferencia de una cremación por fallecimiento regular, lo que podría ser por alguna otra enfermedad, por ejemplo una terminal, en el caso del deceso por una epidemia o pandemia como el coronavirus, la cremación, que no se efectúa con mayor trámite porque interesa sobremanera que se realice en el menor tiempo posible dado la alta probabilidad del contagio -el virus sobrevive por algún tiempo adicional- , no requiere la aquiescencia o autorización del enfermo que es consciente de su inminente deceso ni tampoco de la familia ni de los amigos. Nada de eso. Es una medida muy triste y dolorosa que se realiza por imperio de la ley. Tampoco se realiza necropsia ni debe autorizarse su ejecución por un representante del ministerio Público.
Si lo anterior ya es trágico pero realista, tanto o más lo es que no existirá entrega de las cenizas del occiso y mucho menos, entonces, la natural voluntad de ser velado por los familiares. La cremación de los cuerpos no es nueva. En la historia universal se realizaba desde hace muchos siglos.
Las plagas con registro internacional se conocen desde los tiempos de la edad Media y en todos los casos se da cuenta de la cremación de los restos del fallecido. Los chinos, italianos, iraníes y españoles -los que más fallecidos cuentan durante esta pandemia que está arrasando al mundo en pleno siglo XXI-, están llevando adelante y escrupulosamente esta milenaria práctica, que sin evasiones, nos impacta y produce profunda tristeza en la comunidad internacional.