Cuando se pregunta a la gente la fecha de la declaración de la independencia del Perú, es casi unánime que la respuesta sea “el 28 de julio de 1821”. Ese es un error. No debemos confundir la declaración de independencia con la proclamación de la misma. Ayer, 15 de julio, hemos celebrado 194 años de aquella efeméride nacional que fue trascendente, dado que en esa fecha fue firmado el Acta de Independencia del Perú, que constituye el primer acto ad solemnitatem por el cual nuestro país declaró jurídica y solemnemente su independencia de la Corona Española. Entonces, fue el punto de partida de nuestra escisión de España desde el puro derecho. La pieza jurídica fue redactada por el eminente arequipeño Manuel Pérez de Tudela y lleva la ológrafa de los vecinos notables de la entonces Ciudad de los Reyes, Lima. Es verdad que Don José de San Martín, quien había instalado su cuartel general en Huaura, al norte de Lima, proclamó por primera vez en ese lugar la independencia del Perú, en noviembre de 1820, pero también lo es que al llegar a la ciudad y proclamar aquí la independencia, tenía otra connotación en la medida que esta ciudad fue el centro del poder español. En ese marco, el virrey La Serna abandonó Lima para internarse en la sierra. En la Fortaleza del Real Felipe se refugiaron los pocos realistas y criollos indecisos bajo las órdenes de José de La Mar. El contexto fue creado y el alcalde Conde de San Isidro convocó a los vecinos en cabildo abierto, aun cuando solo firmaron los referidos notables de la ciudad. Declarada la independencia nacional, lo que seguía en todos los lugares fue proclamar que éramos libres e independientes. Los peruanos debíamos estar notificados de nuestro novísimo status y estado jurídico nacional.