Días atrás los peruanos hemos sido testigos del mamarracho de defensa que ha hecho el abogado de oficio del golpista Pedro Castillo, quien evidenciando una vez más que no hay argumento jurídico válido para salvar de una condena a su patrocinado por el delito de conspiración para la rebelión, apeló a la payasada y al ridículo de una “anécdota” que años atrás puso en evidencia el precario nivel de preparación del profesor.
Con su “exposición” en la parte de los alegatos finales del juicio oral contra el expresidente, el abogado Ricardo Hernández ha dejado en claro que es mejor hacer un poco de circo, antes que tratar de defender a un indefendible al que el mundo vio intentando quebrar el orden constitucional para imponer una dictadura.
Apelar a la “anécdota” del pollo vivo o muerto, en el que debía ser un juicio importante por tratarse de un expresidente, solo puede ser el colofón de un proceso en que el acusado ha apelado al show barato, a la victimización y al discurso politiquero para tratar de librarse de una dura condena que parece inminente, pues es lo único que le queda a los que intentan darle una patada a la democracia.
El abogado Hernández ha hecho un flaco favor a su patrocinado, pues la sala que juzga, el país y el mundo han visto que Castillo es indefendible, que no hay forma de argumentar una defensa jurídica en un caso como este, tanto así que Betssy Chávez, una de las coacusadas, optó por esconderse en una embajada antes de asumir su responsabilidad e irse a la cárcel, el lugar que le corresponde.




