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La semana pasada pude ver la entrevista televisiva a Pedro Olaechea, congresista del oficialismo, destacando sus impresiones luego de finalizado el proceso parlamentario de solicitud de facultades legislativas.

Si bien se trata de una persona formada en el mundo de la empresa, los ejemplos que ponía con respecto a su trabajo como gerente en el directorio de una institución privada no distaban mucho de la experiencia ganada estos días en el Congreso, destacando la “nueva sangre” que integra el Legislativo y la experiencia de aquellos que llevan el mandato parlamentario por tres periodos consecutivos.

Las palabras que utilizó el congresista para definir el llamado predictamen de este proceso fueron varias: interesante, retador y buen nivel de muchos congresistas.

Son saludables estas apreciaciones iniciando un nuevo gobierno, especialmente por el clima de escepticismo y crispación surgido desde la solicitud de facultades legislativas. Si bien no se trató de un trámite inmediato, la espera ha dado sus frutos instaurando una manera de trabajar que marcará la pauta durante los próximos cinco años.

El Congreso no otorgó todo lo que se le pidió, pero se discutió con el Gobierno todo lo que se solicitó; en unos puntos cedieron y en otros no. En resumen, el ejercicio de la política es el arte de lo posible.

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