La elección de Donald Trump para el periodo 2025-2029 lo convierte en el segundo presidente en la historia de Estados Unidos en retornar al poder tras un mandato previo. El primero fue Grover Cleveland en el siglo XIX, quien ocupó el cargo como el 22º y 24º presidente de su nación. Un hecho que refleja la característica única de la institucionalidad democrática norteamericana: su continuidad en el tiempo. En 249 años de independencia, Estados Unidos ha tenido 47 presidencias y 116 magistrados supremos bajo una misma Constitución que rige desde su ratificación hace 238 años. Son cifras que destacan la estabilidad institucional del país frente a otras naciones de la región, a pesar de sus altos y bajos en liderazgos y decisiones judiciales. El ejercicio de la democracia requiere aprendizaje; aunque no hay manuales teóricos, existen ejemplos concretos que muestran el camino.

El regreso de Trump se inició con un discurso crítico pronunciado dentro del Capitolio sobre las políticas de administraciones previas, ejemplificando cómo la democracia permite la alternancia y la confrontación ideológica. Acompañado de expresidentes como Clinton, Bush Jr., Obama y Biden quienes estuvieron presentes en su investidura, apreciamos esos signos externos que subrayan la aceptación de la voluntad popular y el respeto a los procesos electorales. La institucionalidad que apreciamos se sostiene en la oportunidad, después de cada mandato presidencial, para poder corregir los errores y avanzar reafirmando que la democracia, como sistema político, es una técnica de libertad basada en la alternancia y la participación ciudadana.