La compasión y la bondad van de la mano, y suelen transformarse en indignación frente a la injusticia. Estos sentimientos se han volcado en los discursos del Papa en Sudamérica, cuyas inequidades inspiran su actitud pastoral. La realidad que la humanidad plasma día a día está plagada de los defectos y virtudes del hombre, cuya naturaleza -lo sabemos bien- seguirá siendo la misma.

La combinación entre la libertad individual y las circunstancias de cada quien produce altibajos constantes en la evolución social. Un continuo entre grandezas y bajezas que resultan en eso que, con dejo cuasi dramático, llamamos “la vida”. Una realidad diversa y coloreada con inagotables tonalidades, en la que unos tienen mejor fortuna que otros. Los límites que esa realidad impone son tan infinitos como las diferencias entre las personas y el entrecruzamiento incalculable de sus acciones y decisiones a lo largo de la historia. La desigualdad propia de la raza humana continuará alimentando ilusiones de cambio radical -que pueden transformarse en violencia- o remedios que siempre serán peores que la enfermedad. Pero también estimulará, enhorabuena, ese instinto de competencia que desarrollan las sociedades donde la persona es libre y tiene derechos de propiedad.

En un brillante artículo (“El Papa Francisco y el debate sobre los pobres”, Miami, 30.6.2015), Carlos Alberto Montaner presenta los contraargumentos de las tesis contra el mercado o “el sistema” que el Pontífice promueve -para regocijo de las izquierdas. No ahondaré, pues, en esa temática. Solo apunto que no estamos ante los pronunciamientos pontificios considerados infalibles (ex cathedra), solo aplicables a materias de doctrina o moral, entre los que tampoco califican las encíclicas.

Nos indignó el maligno aprovechamiento que Evo Morales hizo de los pronunciamientos políticos e internacionales del Papa. Sin embargo, aunque incidieron en problemas opinables, suscitan preguntas obligatorias: ¿Es prudente que SS hable a nuestros pueblos sobre “… un cambio de estructuras (porque) Este ‘sistema’ ya no se aguanta”? ¿Decirles que el capital es “el estiércol del diablo…”, o que “la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico”? ¿Criticar la minería y la búsqueda de “la productividad”? ¿Afirmar que el “nuevo colonialismo” está detrás de los tratados de “libre comercio” y que refleja el poder del “ídolo dinero”? (ver discurso a Movimientos Populares: www.aciprensa.com).

¿No choca que en los países del ALBA el discurso papal evoque la retórica de presidentes vitalicios y autoritarios? ¿Qué escucharemos en la próximas giras pontificias a Cuba o Venezuela, donde se aplasta la democracia y se martiriza a los presos políticos en mazmorras impenetrables, mientras Roma calla?

La compasión, la empatía para comunicar y el potente liderazgo de Francisco no deberían divorciarse de la realidad ni de la brillante diplomacia vaticana (ignorada cuando al texto sobre la aspiración marítima de Bolivia él añadió espontáneamente “… pienso en el mar”; o cuando habló del superado conflicto peruano-ecuatoriano, cuya solución mereció la bendición presencial de la Santa Sede).